Como artista visual busco a través de la pintura y el dibujo un espacio indefinido entre lo vital y lo abyecto. Mi trazo expresionista recupera la noción de corporeidad más allá de la figura humana: masas de cuerpos amalgamados que manifiestan fuerzas contradictorias a partir de su forma y movimiento. El cuerpo se transfigura en una fusión de percepciones que proceden de la memoria sensorial.  

A menudo combino el desnudo, el retrato y la naturaleza muerta en composiciones de color dinámicas, intuitivas y viscerales que exploran la indefinición emocional y la metamorfosis del cuerpo. Mis representaciones florales o zoomorfas se convierten en personajes que proyectan su aspecto vibrante u oculto. Busco, en particular, una re-simbolización del cuerpo femenino y la re-significación del mundo doméstico.  

En mi obra hay una conversación entre lo sagrado y lo plástico, que se traduce en la incomodidad velada o en movimiento extasiado. El juego plástico entre placer y abyección no sólo me permite romper la separación entre sujeto y objeto, sino que le abre un espacio a la otredad. La distorsión impide que el espectador objetive la imagen—vuelve esquivo su significado.  

Para mí, pintar es como el gozo de hacer el pan a mano; tengo una apreciación profunda por la destreza técnica que requiere su manufactura—vivo la pintura como un proceso artesanal. Mis proyectos creativos se originan en mi archivo de referentes y luego se convierten en un ejercicio de redibujo que poco a poco va decantando mi propio sentido de vitalidad plástica.  

Me gusta experimentar con diferentes técnicas pictóricas, especialmente al óleo y al temple, y técnicas gráficas como la serigrafía, el grabado y la monotipia sobre diferentes soportes lienzo, madera, tela, cerámica, papel y soportes 3D. Encuentro que recombinando muy pocos elementos es posible llegar a la expresión contundente más simple de una forma.